La inseminación ganadera es también cosa de mujeres
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Una brigada de inseminadoras demuestra en Cuba que es posible transformar los roles asignados a las mujeres en los espacios productivos ganaderos
Una zona donde se evidencia la acción de los prejuicios históricamente heredados en Cuba, en materia de igualdad de género, es el tipo de labor en el que intervienen hombres y mujeres. En el sector agropecuario, por ejemplo, los roles de género influyen decisivamente en el desempeño de las mujeres dentro de los espacios productivos. La inseminación artificial es una de las actividades de la ganadería que es concebida casi exclusivamente para hombres. De las personas formadas como inseminadoras en el país, menos del 1% son mujeres.
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Con apenas 20 años, Tania Herrera Muñoz es una mujer profundamente convencida de la necesidad de transformar esa realidad. “En este mundo he tenido que luchar contra varias cosas, empezando por mi familia. Cuando identificaron que a mí me gustaba el mundo de los animales no entendieron, porque según los métodos de la antigua sociedad la mujer siempre tiene que ser la que atiende la casa, la que cuida al niño; no la que esté al frente de una finca, o llevando un negocio”.
Tania integra la primera brigada de mujeres inseminadoras con sede en el centro del país, provincia de Sancti Spíritus. La iniciativa partió de un proceso participativo generado por las propias mujeres. Hace aproximadamente un año, nueve féminas de la localidad mostraron interés en conformar la brigada, y con el apoyo de las instituciones del territorio se inició un programa formativo teórico práctico para capacitarlas.
“Se creó la idea entre un grupo de muchachitas que montábamos a caballo. No sabíamos al principio qué ibamos a hacer, pero pensamos en la inseminación proque este pueblito es altamente ganadero. Nos aliamos al proyecto Agrocadenas, que ha sido precursor de toda nuestra capacitación y ha puesto en nuestras manos los recursos para poder trabajar”.
Agrocadenas, en efecto, es un proyecto de cooperación internacional implementado por el Ministerio de la Agricultura con el acompañamiento del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el financiamiento de COSUDE y la Unión Europea. Su objetivo es contribuir a la seguridad alimentaria en Cuba, al fortalecer la gestión y el desempeño de cadenas agroalimentarias de leche, carne, maíz y frijol, y a sustituir importaciones. Adicionalmente, pretende fortalecer las capacidades de las mujeres para participar y empoderarse en el sector agroalimentario.
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“La capacitación en la que participamos -cuenta Tania- llevaba una coordinación con la escuela, ya que las demás compañeras tenían conocimiento veterinario pero no de inseminación, ahí entró Agrocadenas para ayudarnos también en cuanto a género, no tenííamos un conocimiento amplio de las cosas que podíamos hacer como mujeres, y nos capacitó también acerca de este tema para poder compartir ese conocimiento con los campesinos y que se fueran comprometiendo con nosotros”.
“Nosotras como personas nos sentimos más que agradecidas, porque si no hubiera sido por este apoyo nos hubiéramos quedado sin darnos a a conocer, sin lo necesario para poder trabajar, y sin el impulso que nos permitiera dar el paso al frente. Nos hemos crecido como personas porque nos reconocen en todo el país. Rompimos el hielo y demostramos que sí se podía”
En Cuba, los resultados en torno a las políticas públicas para promover la igualdad de género están a la mano. Bastaría consultar algunos datos para corroborarlo. La presencia de mujeres en el Parlamento, por ejemplo, supera el 53%. La matrícula en la Educación universitaria se reparte entre 62.5% de féminas y 37.5% de hombres. Hay otras muchas cifras, pero detrás de los números subyacen realidades que no se cambian fácilmente. El Informe Nacional del país sobre los avances en la implementación de las estrategias de género reconoce los estereotipos culturales como uno de los grandes desafíos. La Encuesta Nacional de Género también evidencia un desbalance entre mujeres y hombres en las tareas domésticas, en el tiempo dedicado al cuidado de los hijos y en la percepción que ambos grupos tienen sobre sus roles en la sociedad. Más allá de las políticas públicas y las leyes, se trata de un cambio cultural. |
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Por: Raúl Garcés, Mayrilians Acosta y Aymara Hernández
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